En el municipio de Corregidora, Querétaro, se levanta una de las estructuras prehispánicas más importantes del centro de México: la pirámide de El Pueblito, oficialmente conocida como Zona Arqueológica de El Cerrito. Este sitio representa un testimonio vivo del desarrollo cultural mesoamericano, particularmente del periodo Epiclásico (650-900 d.C.) al Posclásico Tardío (1200-1500 d.C.), y es considerado el principal centro ceremonial prehispánico en el actual territorio queretano.
Orígenes y desarrollo
El Cerrito fue ocupado de manera continua durante más de mil años. Su auge se dio entre los años 400 y 900 d.C., cuando la influencia tolteca transformó el lugar en un centro regional de poder político, religioso y económico. En esta etapa se construyó la pirámide principal, un basamento escalonado de más de 30 metros de altura, edificado con piedra y recubierto con estuco, cuyos restos aún pueden observarse.
El sitio formó parte de un entramado cultural que vinculaba a las regiones del Bajío con el Altiplano Central, en el que se integraban elementos culturales de Teotihuacan, Tula y posteriormente de culturas otomíes y chichimecas. Esta fusión le confiere una riqueza particular a su traza arquitectónica y a su orientación ritual.

Uso ceremonial y funciones sociopolíticas
La pirámide no era una estructura aislada, sino el eje de un complejo ceremonial que incluía altares, plazas, plataformas y residencias de élite. La estructura cumplía funciones religiosas ligadas al culto solar y al calendario agrícola, pero también representaba la legitimidad del poder de los linajes gobernantes. Las evidencias arqueológicas —entre ellas, esculturas, cerámica decorada, restos de pintura mural y materiales líticos— confirman que El Cerrito fue un centro político-religioso de primer orden, incluso tras la caída de Tula.
Durante el Posclásico, ya bajo influencia chichimeca y otomí, el sitio mantuvo un carácter sagrado, aunque con una función más simbólica que habitacional. Crónicas coloniales y registros etnográficos indican que la población indígena siguió considerando la pirámide como un cerro sagrado, práctica que se prolongó incluso tras la evangelización.
Conquista, abandono y recuperación
Con la llegada de los españoles en el siglo XVI, el sitio fue abandonado como centro ritual. Sobre sus alrededores se fundó el pueblo de Nuestra Señora del Pueblito, que dio nombre al asentamiento actual. A lo largo de la época colonial y hasta bien entrado el siglo XX, la pirámide fue utilizada como cantera, terreno de cultivo e incluso como espacio religioso cristianizado, pues se colocaron cruces en su cima y se realizaron procesiones.
Fue hasta la década de 1980 que comenzaron las investigaciones arqueológicas sistemáticas, encabezadas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Los trabajos de rescate y conservación permitieron estabilizar la estructura principal y habilitarla como zona arqueológica abierta al público, con visitas guiadas y actividades educativas.

Significado actual
Hoy, El Cerrito no sólo es un símbolo patrimonial de Corregidora, sino también un recordatorio de la diversidad cultural que ha marcado a Querétaro. Además de su importancia arqueológica, representa un espacio de diálogo entre pasado y presente: es punto de encuentro para rituales indígenas contemporáneos, actividades escolares y esfuerzos de preservación histórica.
Su integración urbana —rodeada por calles, casas y templos católicos— plantea retos y oportunidades para la protección del patrimonio, pero también evidencia cómo el pasado prehispánico sigue modelando la identidad del territorio. La pirámide de El Pueblito es, en resumen, un monumento vivo que enlaza los tiempos antiguos con las comunidades del presente.